lunes, 30 de diciembre de 2013
«no tengo miedo, nunca más.»
domingo, 10 de noviembre de 2013
«El bosque» (2)
«El bosque» (1)
domingo, 1 de septiembre de 2013
ELLA.
Pero aún así me siento tan sola.
No me gusta salir por la noche. Es como si la noche me devorara y me hiciera añicos, me siento desprotegida e insegura. Pero parece ser que él no se siente así. Todas las noches sale. Lo peor de todo no es cuando se va, sino cuando vuelve. El olor a alcohol se huele desde que entra en el jardín, y llega con ropa de menos. La mayoría de las veces me grita que está harto de vivir así y de que tengo un problema, además de que acabaría sola si no salía de allí. En esos momentos sólo quiero disolverme con el aire.
He dejado de comer por la misma razón por lo que dejé de comer tiempo atrás: tengo una fuerte presión en el pecho que no me deja respirar. Cada vez le veo menos sentido el hecho de tener que alimentar a un cuerpo que está tan vacío, y es que de hecho me siento vacía. Muy vacía.
Hice lo que no debía haber hecho, comprar las cuchillas. Ya estaba familiarizada con ellas, pero aun así, cuando cogí la primera y acaricié su lado cortante me eché a llorar. Pero ni siquiera mis lágrimas pudieron limpiar la sangre de mis muñecas. El dolor me recordaba todo aquello que fui y que siempre seré, y eso me mataba al mismo tiempo. Temo que él vea mis cicatrices por eso me visto con ropa larga, a pesar de que acaba sudorosa por el calor; pero él nota mi cambio. Me intentó subir las mangas de la camiseta y a pesar de que yo estaba llorando lo consiguió. Y lo que yo siempre más he temido, sucedió: se marchó. Se fue corriendo hacia la puerta y cerró de un portazo, dejándome sola con mis cicatrices y mis sollozos. Te vas cuenta de lo sola que estás cuando lo pierdes todo. Ya no me quedaba nada. Solo unas cajas llenas de cuchillas que me llamaban a gritos. Cuando cogí la caja me vino una imagen a la mente, la de él cuando me sonreía inconscientemente, como si fuese un acto reflejo, como si de verdad me amase. No pude evitar imaginarme donde estaría ahora, probablemente acariciando el brazo de una mujer bastante más hermosa que yo mientras se toma una cerveza. No puedo seguir más.
Y tumbada en el suelo, rodeada de mi propia sangre y mis propias lágrimas, supe que mis demonios se habían ido y que yo ya estaba salvada. Me había salvado.
sábado, 31 de agosto de 2013
ÉL.
A ella nunca le ha gustado la noche, nunca le ha gustado el hecho de estar en la oscuridad lejos de las seguras paredes de su habitación. Por eso siempre tenía que salir sólo. Alejarme de su luz para abrazar la oscuridad unos minutos.¿No es eso lo que a veces queremos hacer? ¿Lo que necesitamos?
Por un tiempo salía cada noche, dejándola sola, sin escuchar sus gritos. Me volví ciego. No veía como se le notaban los huesos en su rostro, como sus ojos estaban en un continuo rojo, como su cuerpo cambiaba y se llenaba de marcas. Por un tiempo pensé que todo era perfecto, podía hacer todo lo que quería y volver a casa a besarla antes de dormir. Pero sus besos ya no eran los mismos, sus labios no eran los mismos. Aquel color rosado que parecía pintado por las rosas parecía estar despintado. Un alma despintada por el dolor.
Cada vez salía más, ignorando el hecho de que había una caja de cuchillas sobre el lavadero, ignorando el hecho de los sollozos nocturnos que retumbaban en la casa. Hasta que por fin me paré a mirarla. Ella reparó en mi y me sonrió. Aunque su sonrisa no llegó a los ojos. No era aquella sonrisa tan perfecta que me llevaba volando por un cielo sin nubes. Su sonrisa estaba muerta. A pesar de que estábamos en verano, ella llevaba camisetas largas que le cubrían hasta la punta de los dedos. Intenté convencerla de que se pusiese algo más corto pero sólo conseguí que comenzara a llorar. No quería enseñarme los brazos. A pesar de sus continuos sollozos las mangas subieron y dejaron al descubierto su pálida piel y descubrí su obra de arte: miles de lineas de color rojizo repartidas por todo el brazo, cubriendo cada centímetro de piel.
¿Qué puedes hacer cuando algo tan amado se esta rompiendo en pedazos delante de ti, y tu no reparas en él? ¿Seguir respirando? Hice lo que hacía siempre, huir de ella. Mi mente estaba bloqueada por una continua voz que me decía que era un completo gilipollas y que merecía estar muerto, pero aun así no me iba. Realmente merecía estar muerto. Cuando volví a casa, tambaleándome con una visión doble, un silencio sepulcral rodeaba la casa. Las habitaciones parecían tan vacías, carentes de vida, que me pregunté si me había equivocado de lugar. Pero no lo había hecho. La voz me repetía una y otra vez que merecía estar muerto y por primera vez me dí cuenta de porqué. Al llegar a la habitación, nuestra habitación, la luz del cuarto baño estaba encendida, iluminando la ventana. Como en ese momento mi cuerpo estaba lleno de alcohol tardé demasiado tiempo en reaccionar. El suelo, antes blanco, era de un color rojo que resaltaba entre las baldosas blancas, el lavabo estaba lleno de gotas rojas y cajas abiertas, en una baldosa había la marca de una mano llena de una sustancia roja y otra en el suelo. Y al lado de aquella marca, estaba aquella chica de la sonrisa perfecta, consumida por la muerte y la sangre. Llevaba aquella camiseta mía que frecuentaba como su pijama, su pelo caía sobre el suelo como una catarata negra y su hermoso rostro estaba tan pálido como la nieve. Por un momento la recordé realmente como era, la belleza de su rostro, la perfección de su sonrisa, sus besos fríos al despertarme, sus abrazos sobresaltados mientras me afeitaba... Todo cuanto ella había hecho, cuanto me había hecho. Y reparé en todo lo que le había hecho yo.
Mereces morir. Mereces morir. Mereces morir.
Toda mi vida queda resumida a aquel momento en el que me sonrió, lo hizo sin complicaciones, tan fácil como respirar. Aquel momento que duro unos instantes. Aquel momento en el que me mostró que ella realmente me amaba. Aquel momento en el que ella me sonrió, sin importar que yo iba a matarla.
Calles vacías llenas de soledad.
jueves, 18 de julio de 2013
El tercer día de la vida.
El segundo día de la vida.
Y quisimos volar alto.
domingo, 14 de julio de 2013
Días fríos.
Otro amanecer, otro despertar sólo;
sólo como el frío.
De eso compone mi cama,
de frío.
Tiempo atrás estuvo caliente,
pero sólo es pasado.
Tiempo atrás mi corazón,
fuerte,
estuvo caliente, ardiendo;
ahora es un trozo de hielo.
De eso compone todo.
Rastros de hielo rodean mi cama,
brillando entre la luz clara.
Mi pecho desnudo está pálido,
como lo era tu espalda.
Mis lágrimas son débiles,
como las pecas de tu cara.
La puerta sigue cerrada,
del mismo modo en que la dejaste.
Abandonada.
Tu falso amor, tu caliente abrazo,
tus besos ardientes, tu rojo lazo.
Nada fue real. Nada fue vivo.
Sólo era frío.
sábado, 13 de julio de 2013
Cartas a las estrellas caídas.
A pesar de que es verano, tengo frío. No es un frío normal, de esos fríos invernales en los que si no te cubres de mantas no se te quita, es un frío distinto. Es un frío que está dentro de mí, en mi interior, en mis entrañas. No es ningún frío invernal, no hay número posible de mantas que me caliente. Simplemente, tengo frío. Tan normal como sí tuviera hambre. Pero este frío a veces duele. ¿Conoces esa sensación que aparece cuando pierdes a alguien? ¿Como sí algo se hubiese ido de tú pecho para siempre? Lo siento ahora. Lo raro de todo, es como sí me hubiesen quitado algo que no se, algo que me falta dolorosamente, pero que nunca he conocido. La más pura verdad es que no se lo que me han quitado, pero lo he perdido. Es como sí el aire que respiro de repente se evaporase y me quedase seco, con mis pulmones gritando por oxígeno. Pero lo peor de todo no es ahogarse, ni no saber algo que has perdido; es estar rodeado de tanta gente y sentirte tan sólo. Y me siento sólo, tan infinitamente sólo. Las personas me rodean y no notan que tengo frío, ni que me ahogo. Sólo ven a un chico joven normal sonriendo por cualquier razón adolecente con los auriculares puestos caminando despreocupado. Por dentro me desintegro. Tengo ganas de gritar en medio de todo pero mi boca está cerrada y yo estoy cerrado. ¿Nunca te has sentido así? ¿Tan infinitamente muerto por dentro pero tan lleno de vida por fuera? No me gusta estar así. No me gusta sentirme sólo. Por eso escribo esto, una simple carta en un folio algo arrugado que encontré en mi archivador para una estrella caída. Caída en ese mar azul que se reclama cielo, caída como yo. Yo he caído tan fuerte sobre el suelo que por muchas flexiones y pesas que haya hecho antes no he tenido fuerzas para levantarme. ¿Algún día me levantaré? ¿Algún día dejaré de tener frío? ¿Algún día sabré lo que he perdido, y lo recuperare? ¿Algún día dejaré de estar solo? Hasta que llegue ese día, yo estaré aquí, envuelto en mantas carentes de calor, caído, como las estrellas a las que escribo.
El primer capitulo de la vida.
sábado, 22 de junio de 2013
No quiero decir adiós
lunes, 20 de mayo de 2013
La historia de el hombre que nunca amó.
Crear blog ahora
Tal vez nadie sepa nunca la verdadera historia de el hombre que nunca amó. Tal vez éstas palabras se borren y nadie las lea jamás. O tal vez sí. Pero si estás leyendo esto, sabrás, que yo amé y, que por ello, me destruyeron.
domingo, 19 de mayo de 2013
Lo que veo.
lunes, 13 de mayo de 2013
Vejez.
Y entonces la vi.
sábado, 11 de mayo de 2013
Y ahora pienso.
Ya he madurado. He dejado las muñeca por los libros, el parque de juegos por la biblioteca, las heridas en el parque por las heridas en el corazón,... Yo ya no soy aquella niña sonriente que fui. Ya no son tan fuerte como para levantarme después de la caída. Ya no soy nada. Sólo soy una niña frágil que creció demasiado rápido. Ayer yo estaba corriendo con mis amigos en el parque, siendo mi única preocupación que el que la quedaba no me pillase. Hoy estoy encerrada en mi cuarto con el rostro enterrado en un libro rogando que el profesor tenga un accidente para no tener examen. Y mañana probablemente este del mismo modo. El tiempo me aviso de lo que se avecinaba pero no le eche cuenta y ahora lo he perdido todo. El tiempo me aviso de que ya me quedaba poco tiempo y ya no me queda nada. El tiempo me ha aplastado sin aviso y me ha devuelto a la realidad. Y ahora me doy cuenta de todo lo que he perdido y lo poco que he ganado. Mi habitación se ha convertido en mi guarida, mi soledad en mi fortaleza, mis amigos en desconocidos, mis heridas en mis recordatorios del dolor, mis lágrimas en mi dolor. Esto es lo que soy. Esto es lo que siempre he sido. Pero he sido camuflada por el tiempo demasiado tiempo, hasta que por fin me ha destapado y me ha mostrado lo que siempre he sido y lo que soy ahora. Una niña frágil caminando por un mundo peligroso que no conoce.
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Rosa <4
Gracias por todo.