sábado, 22 de junio de 2013

No quiero decir adiós

¿Porqué razón hay que despedirse? Los 'hasta luego' y 'hasta mañana' existen para algo. Los adiós no tienen porque ser eternos. Nunca he entendido porque hay que decir adiós a demasiadas personas. Yo no quiero decir adiós. Quiero decir hasta mañana, no adiós. Pero nunca es hasta mañana. Ni hasta pronto. Es adiós, un adiós eterno que se queda en el vacío del universo. En mi vacío.  En mi universo. El verso despedirse no debería existir en el diccionario. Nunca deberíamos decir adiós a nadie. ¿Porqué es tan doloroso decir sólo una maldita palabra? Una sola palabra de solo cinco letras, tres vocales y dos consonantes. ¿Cómo puede ser que una palabra tan insignificante sea capaz de hacernos daño? ¿Cómo es posible que con esa palabra muchísimas personas se desvanezcan en el aire para no volver? Realmente odio decir adiós. Nunca más volveré a decir adiós. No, nunca más. No puedo decir adiós. Pero aquí, en este blanca y aburrida habitación de hospital me doy cuenta de todo lo que odio esa palabra. No le pienso decir adiós, ni aunque la enfermedad aumente no pienso despedirme, porque esta vez no será un adiós, será un hasta pronto. Será un 'dentro de poco volveremos a estar juntos'. A veces tu mismo tienes que cambiar el título de tu historia. Yo cambiare su título en su lugar, y el mío de paso. 
 Odio el hospital. Llevo un mes aquí, sentado en esta dolorosa silla de plástico en esta habitación y ahora lo odio todo. Las máquinas, la habitación, los cables que la rodean, la enfermera que viene para llevársela todos los días, la caída de su hermoso cabello, la comida de aquí, la vista desde la ventana. Incluso el cuadro con una flor que hay en la sala de espera. ¿Porqué una flor en una sala de espera? ¿Para dar esperanza? ¿Para adornar? No lo entiendo. Realmente no entiendo nada. No entiendo como he acabado aquí. Hace un mes yo estaba caminando de la mano de ella por el bosque que hay en frente de mi casa y ahora estoy aquí, de la mano de ella en la habitación de hospital. ¿Porque hemos cambiado tanto? Yo ya no soy el mismo, ella ya no es la misma. La vida para mi ya no es la misma. Antes éramos fuertes. Una piedra irrompible, inquebrantable. Pero su mano ahora es frágil, su cuerpo es frágil, yo soy frágil. Que parezca de piedra no significa que no pueda romperme. Y me he roto. Cada vez el reloj pasa más rápido. Su vida esta en las manecillas. El otro día rompí el reloj que había en la habitación. No podía con su tic tac. Creo que ella tampoco. No dejaba de mirarlo, con miedo, como si en cualquier momento el reloj fuese a pararse y ella con el, por eso lo rompí. No puedo ver el miedo en su hermoso rostro, ahora más pálido y delgado, pero igual de hermoso. Aunque yo creo que también estoy más pálido y delgado, así que no puedo juzgarla en eso. Pero ella aún así sonríe. Y yo sonrío. Y la muerte se ríe de nosotros. Pero este hombre roto se ríe ella. Porque ella podrá llevársela y alejarla de mi en el fin de los tiempos, pero nunca hará que yo le diga adiós. Diré hasta luego. Y este hasta luego no será más que el principio.