¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un día, un mes, un año quizás?
No lo sabía. ¿Qué había pasado con sus promesas? ¿Se evaporaron, se
convirtieron en un vacío infinito? Tampoco lo sabía. Lo único que sabía es que
estaba sola. Sola en una ciudad llena de desconocidos. ¿Qué es eso de pasear
cuando tienes pocas cosas importantes que contemplar? Nada tiene sentido cuando
pierdes a lo único que has amado. Nada tiene sentido cuando has perdido todo lo
que eras.
Echo de menos ese ‘nosotros’, esas tardes sin hacer nada,
cuando nos tumbábamos bajo la lluvia y cerrábamos los ojos pensando que éramos estrellas,
esas carreras por las calles en las que gritábamos y reíamos sin importar que
todos nos mirasen como si no estuviésemos cuerdos. ¿Acaso lo estábamos? ¿Acaso
lo estabas cuando escribiste aquella carta acompañada de una taza humeante de
café explicando que habías encontrado sentido de la vida en otra persona? Cuando
llegué el café estaba frío al igual que las palabras salpicadas de tinta sobre
aquella hoja usada de propaganda. ¿Realmente me merecía eso? ¿Una carta escrita
en una hoja con una explicación incoherente y un café frío?
Caminar por calles vacías no parece real, más bien un
espejismo o un sueño sin despertar. ¿Pero acaso no es la vida un sueño sin
despertar? A veces sólo quiero despertar
de este sueño que ahora es pesadilla. Despertar de este continuo paseo por
calles vacías llenas de soledad. Llenas de mi soledad.
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