domingo, 1 de septiembre de 2013

ELLA.

La vida tenía sentido todas las mañanas al despertar abrazada por él. Cuando duerme es como si volviese a ser un niño pequeño soñando con coches de juguete. Su rostro era tan hermoso que a veces he llegado a preguntarme si estaré en un sueño del que despertaré de un momento para otro. Pero yo despertaba, y él seguía ahí. Nunca le he contado todos mis demonios, todo aquello que me persigue, por miedo a que me juzgue. Siempre me han juzgado de una forma que nunca he entendido. Sin realmente saber mi historia, han creado la suya propia, cambiando la mía. Por eso a veces me siento tan sola. Como si todos los insultos y todas las mentiras me rodearan y me apartaran del mundo. Aun así he aprendido de una forma sorprendente a sonreír ignorando todo lo que tengo detrás.
Pero aún así me siento tan sola.
No me gusta salir por la noche. Es como si la noche me devorara y me hiciera añicos, me siento desprotegida e insegura. Pero parece ser que él no se siente así. Todas las noches sale. Lo peor de todo no es cuando se va, sino cuando vuelve. El olor a alcohol se huele desde que entra en el jardín, y llega con ropa de menos.  La mayoría de las veces me grita que está harto de vivir así y de que tengo un problema, además de que acabaría sola si no salía de allí. En esos momentos sólo quiero disolverme con el aire.
He dejado de comer por la misma razón por lo que dejé de comer tiempo atrás: tengo una fuerte presión en el pecho que no me deja respirar. Cada vez le veo menos sentido el hecho de tener que alimentar a un cuerpo que está tan vacío, y es que de hecho me siento vacía. Muy vacía.
Hice lo que no debía haber hecho, comprar las cuchillas. Ya estaba familiarizada con ellas, pero aun así, cuando cogí la primera y acaricié su lado cortante me eché a llorar. Pero ni siquiera mis lágrimas pudieron limpiar la sangre de mis muñecas. El dolor me recordaba todo aquello que fui y que siempre seré, y eso me mataba al mismo tiempo. Temo que él vea mis cicatrices por eso me visto con ropa larga, a pesar de que acaba sudorosa por el calor; pero él nota mi cambio. Me intentó subir las mangas de la camiseta y a pesar de que yo estaba llorando lo consiguió. Y lo que yo siempre más he temido, sucedió: se marchó. Se fue corriendo hacia la puerta y cerró de un portazo, dejándome sola con mis cicatrices y mis sollozos. Te vas cuenta de lo sola que estás cuando lo pierdes todo. Ya no me quedaba nada. Solo unas cajas llenas de cuchillas que me llamaban a gritos. Cuando cogí la caja me vino una imagen a la mente, la de él cuando me sonreía inconscientemente, como si fuese un acto reflejo, como si de verdad me amase. No pude evitar imaginarme donde estaría ahora, probablemente acariciando el brazo de una mujer bastante más hermosa que yo mientras se toma una cerveza. No puedo seguir más.
Y tumbada en el suelo, rodeada de mi propia sangre y mis propias lágrimas, supe que mis demonios se habían ido y que yo ya estaba salvada. Me había salvado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario