domingo, 10 de noviembre de 2013

«El bosque» (2)

El bosque parecía haber cambiado: las ramas ya no arañaban, parecía que nos dejaban pasar; los árboles ya no parecían tan viejos; el lago era más azul y el cielo se reflejaba en las piedras. Pero no había cambiado en absoluto. Habíamos cambiado nosotros. Ya no nos sentábamos en aquel viejo tronco solitario, nos tumbábamos sobre las ramas y observábamos el cielo, como si pudiésemos ver a través de el el universo. Y en el silencio del bosque, sólo se escuchaba nuestros corazones latiendo como sí fuesen solo uno, y el susurro de los árboles. 
Parecía tan lejana aquella noche en la que bajo la Luna me di cuenta de que le amaba y que por una remota razón el me amaba del mismo modo, o incluso más. Parecía como sí hubiesen pasado meses, incluso años de aquello. No sabia cuando empece a amarle, ni cuando el empezó a amarme a mi. Tal vez fue hace tiempo, o hace poco, o simplemente ya lo estaba solo que no lo sabía. Pero ahora lo sabia tan ciertamente que no me importaría gritarlo en medio de la montaña y del universo. 
Esto podría sonar lo típico entre un amor típico adolescente, pero nosotros no éramos así. No seguíamos la misma corriente que los demás, no huíamos de ella, luchábamos. Y éramos invencibles. En nuestro castillo de nombre bosque, protegidos por una muralla impenetrable de frondosos árboles éramos uno contra el mundo. Nadie podía dañarnos, ni siquiera nosotros mismos. 
-Ojalá pudiésemos salir de aquí.-susurré. 
Había pensado eso desde que más o meno desde que era una chica con memoria. Ese era mi sueño. Salir de aquel pueblo y explorar cada rincón del mundo. Cada lugar increíble visto por pocos. 
Aunque todo eso parecía tan lejano en aquel lugar arropaba por los brazos del chico del bosque. 
Jake giro la cabeza, su mirada sobre mi. Notaba su suave respiración en mi oreja, como el soplido del viento, y sus brazos me abrazaron más fuerte. 
Por un momento no dijo nada, hasta que de repente se levanto,levantando me   con él y me sujeto la cabeza con sus manos. 
-Te prometo, preciosa Liss, que te llevare lejos, muy lejos de aquí. Y andaremos el mundo entero, tu y yo. -sus ojos brillaban como las estrellas brillantes en el cielo y pensé que estaba apunto de llorar, pero ninguna lagrima acudió- No importa lo que tenga que hacer para conseguirlo, conocerás el mundo y el te conocerá a ti, preciosa Liss.
Y al observar de nuevo sus ojos,  sus ojos bosque, tan brillantes como las hojas en primavera, supe que decía la verdad. «Y tu conocerás el mundo y el mundo conocerá al chico del bosque» 

Ya eran las cinco cuando baje las escaleras. Me precipitaba hacia la puerta cuando de repente la voz de mi madre resonó proveniente del salón, llamándome. 
-Liss, ven aquí. 
Me alejé lentamente, apenas había rozado  el pomo, y olvide la idea de correr al bosque. 
Mi madre yacía sentada en el sofá, leyendo una revista de esas del corazón que tanto leía pero poco le importaba. 
-Te necesitamos en casa hoy, tenemos que ordenar unas cosas del sótano y nos tienes que ayudar. Me temo que no podrás ir con Jake hoy. -dijo simplemente. 
El bosque aparecio en mi mente, acompañado de una imagen de un Jake solo esperando en la orilla. 
-Mama, pero...
-Lissa -me interrumpió-, por favor. Te necesitamos. -la mirada suplicante de mi madre hizo olvidarme de lo que mi corazón decía. 
Y, a pesar de que sentía algo extraño, asentí. 

Mi hermana mayor estaba en la cocina, moviendo enérgicamente los dedos sobre la pantalla de su móvil. 
-Clare, ¿podrías avisar a Jake de que no voy a poder ir? 
Dejó de escribir y me miró. 
-¿No puedes decírselo tu?-soltó- ¿Ahora soy la paloma mensajera de los tortolitos? 
-Clare, por favor, el bosque esta al lado, no quiero que se quede sólo. 
Me miró una última vez y volvió la vista al móvil. Respondió al rato: 
-Vale.

El día siguiente amaneció encapotado y gris, y una tristeza me abordó. Pero iba a ver a Jake. Las escaleras me parecieron eternas hasta que por fin llegue al salón, en vez de seguir corriendo me quedé parada: mis padres estaban acurrucados en el sofá; mi madre con la cabeza enterrada en el hombro de mi padre, mi padre mirando al techo y mi hermana con el rostro tapado. En cuanto baje el último peldaño volvieron la vista hacia a mi, sus rostros se descompusieron. Adiviné la primera palabra antes de que mi madre la dijera.
-Cariño, no sabes lo mucho que lo sentimos. 
Después de esa pausa, mi mundo cayó. Los gritos de mis padres parecían voces distorsionadas a mis espaldas pero mi único pensamiento era correr. Y así hice. Corrí por el bosque, cayendo por las ramas y levantado me para volver a caer. Las lágrimas me borraban la vista y me recordaban el porqué de ellas pero no lo creía. No podía creerlo. 
Llegué al lago. Un grito salió de mi garganta, me rompí por dentro. No había nadie. «El bosque apareció en mi mente, acompañado de una imagen de un Jake esperando solo en la orilla.»
No había ningún Jake. 
«Fue al bosque a por ti, Lissa.» «No saben lo que le pasó» «No llegó a casa» «Se estaba bañando en el lago» «Su cuerpo muerto flotando en el agua» 
Mi cuerpo se convirtió en cristal, y se resquebrajó con cada recuerdo; hasta que ya no quedo nada de mi. No me moví, ni un solo centímetro, tampoco podría decir si llegue a respirar, simplemente notaba cada milímetro de mi cuerpo muerto. Mis manos estaban agarrotadas en mi regazo. Un pensamiento me llenó. Jake aparecería por detrás y me abrazaría y toda la pesadilla acabaría. Ni siquiera el viento rozó mis manos. 
Mi cuerpo se movió automáticamente: me levanté sin notar nada y me acerque al lago, sumegiendome más y más en el. Miré una última vez el cielo, estaba gris. Una gran nube oscura peligraba sobre mi cabeza. Como sí fuese a llorar en cualquier momento. No aguanté más. 
-No lo hagas. 
Una navaja, punzante y fría, me atravesó la espalda. Su voz. Por un momento pensé que estaba muerta pero no pude aguantar lo y me di la vuelta. Y allí estaba: en la orilla, con los vaqueros remangados hasta las rodillas, su pelo sin despeina y sus ojos mirando asustados hacia mi. Sabía que no se había ido. 
Sus brazos me rodearon, calientes y enterré mi cara en su cuello. El me acarició la espalda. 
-No pienses en hacer eso, nunca. ¿Me oyes? 
Sus palabras me acariciaron el pelo y no pude reprimir las lágrimas. Todo parecía tan irreal, pero estaba allí, realmente estaba allí, no se había ido. «Su cuerpo muerto flotando sobre el agua» 


No quería volver a casa, pero lo hice. No había nadie, así que me escondí bajo las mantas el cielo volvia a estar gris, pero yo era feliz. Los dias anteriores habian pasado tan deprisa, que podria decir que habia pasado un mes, tal vez más, desde aquello. Apreté  los ojos deseando que el dia pasara a cámara rápida para que sea otro día y vuelva a ver al chico del bosque. Pero la puerta de abrió, mis ojos se abrieron. 
La figura de mi padre de dibujó en la pared. 
-Lissa, cariño. Tenemos que hablar.-se acercó poco a poco hasta sentarse en mi cama, me tapé la cara con las mantas- ¿Cuando fue la última vez que comiste? 
La comida era tan secundaria que la había olvidado por completo.  
-Cariño estamos preocupados. No comes, apenas pasas un segundo en casa,estás siempre en el bosque... 
Mi bosque.
-Sabemos que la pérdida es dura pero tienes que... 
-¿Qué perdida?-mi voz sonaba lejana, estaba llorando. 
Mi padre me miro, llorando también. 
-Jake...
No. Volví a gritar y a correr. Volví a escuchar los gritos lejanos de mis padres pero nuevamente solo podía pensar en correr. Volví al lago. Estaba oscuro, las estrellas se reflejaban en el como diamantes. No estaba.Él no estaba. Empecé a dar vueltas por el bosque, rodeando árboles, susurrando su nombre. Sólo el viento contestó. Las ramas me empujaban hacia el suelo y las seguí.  Si nombre me rodeaba, las hojas me rodeaban, haciéndome recordar. «Conocerás al mundo y el te conocerá a ti» 
El bosque era el final del pueblo. Llegar a su final, significaría la salida. Corrí. Salte cada piedra, cada rama, atravesé charcos y acabé llena de barro y hojas, no importó. Llegué a la ladera. Al final de ella se veía la carretera. Una imagen repentina me sobrepasó, la imagen de un Jake y una Lissa más mayores bromeando juntos en un coche, Jake cantando canciones desentonadas y Lissa riendo sacando la cabeza por la ventana, conduciendo hacia el mundo. 
-Un día de estos serás así de feliz, con otra persona. 
Allí volvía a estar. Detrás de mi, con la mirada más triste que una persona haya podido ver jamás, mirándome. 
-No quiero a otra persona. 
La luna iluminó su rostro, sus ojos relucieron, las lágrimas rodaban por su cuello, su pelo parecía más dorado. 
-Lo sabias desde el principio-dijo. 
Lo había perdido. 
-No puedo creer que te hayas ido.
-No me he ido-respondió seguro-. Nunca me iré. Seguiré aquí, contigo, aunque no me veas. Y siempre estaré ahí. Aunque no me veas me llevas contigo. Lo que me pasó fue un accidente que pasa muchas veces a muchas personas, haría cualquier cosa para retroceder en el tiempo y parar eso, porque eso impide que este contigo. Pero no puedo. Y no puedes. Pero podemos seguir juntos. 
-Pero no de esta manera.
-Liss, ya no pertenecemos a mundos iguales. Tu perteneces a este mundo, yo no, ya no. Pero eso no me importa. Tu eres mi mundo, Liss. Aunque ya no respire lo sigues siendo y lo serás. Viste en mi algo que nadie veía e hiciste que cada segundo contigo fuese el mejor de mi vida. Por eso esa noche, cuando vi tu rostro, sonriendo, supe que nunca amaría a nadie como te amé a ti. Me hiciste feliz, irrevocablemente feliz, durante mi corta vida. Pero ahora, te toca a ti ser feliz. Vas a vivir, y lo vas a hacer a lo grande. Saldrás de aquí y viajarás, y yo te veré hacerlo.  Vas a tener la vida más increíble de todas: vas a amar, una y otra vez, e equivocarte tantas veces hasta que encuentres a una persona sin error y entonces, Liss, todo será perfecto, créeme; reirás hasta que las lágrimas llamen y lloraras hasta que la risa venga. Recorrerás los lugares más increíbles y verás amaneceres y atardeceres en cielos de todo el mundo. Y cuando ya mueras, de anciana, después de vivir todo eso, nos volveremos a ver. Y entonces, allí, viviremos la vida que no pudimos tener juntos. 

Así hice. No volví a verlo. Lo acepte. Acepte que el chico del bosque había muerto, y que una parte de mi había muerto con el. Pero volví a casa. Mi hermana me esperaba y me abrazo. Dijo que fue su culpa y la perdoné, aunque no estaba enfadada. Y me fui, me fui de allí, y cuando iba en el tren sentí algo raro, me sentí observada, y miré a mi lado: un chico de ojos azules me miraba. Y a su lado, en el asiento vacío, no pude evitar pararme a mirar. Porque sabía que estaba allí, sonriendo. 
Una vez dije que parecía un ángel, pues lo era. 
Fue el chico del bosque, y acabo siendo el chico del cielo. 




Y aquí acaba esta historia que vino de un sueño que tuve. Espero que te haya gustado y que me perdones por hacer lo que hice, pero en mi sueño era así. El chico del bosque siempre vivirá. 


 

2 comentarios:

  1. Lucia, me ha encantado esta historia, el chico del bosque y... escribes genial!!!! Me encanta!!

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  2. Hija, de un sueño que tuviste? Pero tu que cenas?
    Ay, la historia es tan..original, al principio pensé : esto es Gale y Katniss, está claro, pero no, me has vuelto a sorprender. Por fin alguien con originalidad!
    Bueno...he de decir que el género romántico no es mi estilo, pero la historia me ha gustado bastante. Me ha chocado que la chica no se fije en los detalles, que lo único que parezca apreciar sean sus ojos es..impactante. No sé con quien soñaste pero debía tener los mejores ojos del mundo.
    Un besito, pon el gadget anda, que sólo lo tienes que buscar en 'añadir un gadget', y si no, I can't follow you!
    Te dejo mi blog por si te quieres pasar
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    Un beso cielo! :3

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