domingo, 13 de abril de 2014

Mi último adiós.

Esto es una despedida. Y la cosa sobre las despedidas es que son dolorosas, incluso pueden llegar a ser catastróficas (porque hay adioses que nunca volverán a convertirse en holas). Así que esto, querido amigo, nuestra despedida, va a ser dolorosa, y no tendrá un final feliz.
 Ahora te diré un secreto: los finales felices no existen. Todo aquello que nos vendieron aquellos dibujos animados no son más que pura palabrería con el único fin de engañar a los niños para que no se den cuenta de lo que verdaderamente el mundo es: una mierda. A lo largo de los años el mundo ha ido empeorando cada vez más rápido y nadie ha hecho nada para evitarlo, todos estábamos ajenos a lo que pasaba. Nuestra única preocupación era llegar a la hora justa para trabajar, hacer todos los trabajos, no olvidar comprar el pan, que se acabe la gasolina del coche… Preocupaciones que no valen una mierda pero para que nosotros supone el cambio entre estar bien y tener estrés. Por la mañana todos nos levantamos, desayunamos, nos vamos a donde quiera que tengamos que ir y volvemos por la noche a dormir; hacemos todo eso, nuestra mente se colapsa de todas esas cosas y nos quedamos atrapados en el lugar que creemos tener. El mundo se estaba corrompiendo mientras nosotros estábamos untando mantequilla en una tostada. Muchas personas estaban matándose entre ellas mientras un hombre con traje contaba sus fajos de billetes en su chalet de
Marbella. Una  madre veía morir a su hijo de hambre mientras un grupo de jóvenes fumaban en el parque y tiraban toda la basura contra los árboles.
Así va el mundo, querido amigo, así vamos. (A saber cómo vamos a acabar).
Como puedes ver, tengo razones suficientes para irme. No nacemos para vivir una vida que no queremos. Ya sé que no te dan a elegir, cuando estás en el vientre de tu madre, dentro no hay una barra de bar con un menú en un folio plastificado donde puedes elegir como quieres que tu vida sea y ellos te la preparan y te la sirven en una bonita bandeja con una servilleta para limpiar la mierda sobrante y un postre.  Nadie va a arreglarte la vida, están demasiado ocupados intentando hacer de la suya algo que valga un poco la pena, sólo un poco (aunque todos sabes que eso es imposible).
A todo esto, te doy un consejo: sé libre. Corre por tus sueños, no te tragues las cosas que sabes que te van a hacer daño después, cumple lo que una vez te prometiste a ti mismo, haz lo que quieras, actúa como tú quieres actuar y deja atrás los <¿Y sí…?>.  Lucha, ama, llora. Vive. Y sobre todo, equivócate. Tantas veces como puedas, de todas las maneras posibles. Pero eso sí: cuando cometas un error, no lo veas como una debilidad, míralo como una nueva razón para ser fuerte. No somos débiles porque nos equivocamos, somos humanos. Equivocarnos nos hace humanos, porque eso es lo que somos. Y si nunca te has equivocado entonces, querido, me temo que no eres de este mundo. Vive del modo en el que quieres vivir, no en el modo que todos quieren que vivas. No les perteneces, a nadie, ni a ti mismo; eres demasiado libre como para pertenecer a algo si quiera.  Perteneces al viento, a las hojas que abandonan los árboles, al cielo, a las estrellas.
Me temo que el final, mi final, se acerca. No he vivido mucho, pero sí lo suficiente como para saber que no vale la pena vivir mucho más. Me voy sabiendo que nadie va a derramar una lágrima por mí cuando ya no esté, nadie va a recordarme ni va a contarle a sus amigos mis hazañas (mis hazañas sólo las sé yo, y así se va a quedar). No he hecho nada importante que se quede impregnado en el mundo, sólo he intentado buscar el lado bueno de las cosas aunque no había ningún lado, ni bueno ni malo. Y eso me ha llevado a darme cuenta de que no hay lado bueno, a veces hay salida y otras no. Y no siempre es fácil encontrarla. He vivido una vida que no quería y no sabía cuál era la verdadera razón de vivir, y todavía sigo sin saberla. Pero al final he encontrado la salida que siempre he deseado: la muerte.
No le tengas miedo, no tienes por qué hacerlo. No es tan mala como dicen, no tiene una guadaña puntiaguda y amenazante como la representan. Ni siquiera tiene una capa negra. No es ni siquiera material. La muerte es parte de nosotros, de ahí que los humanos tenemos ese lado violento y peligroso. La muerte somos nosotros mismos.  Por esa razón los humanos nos hemos estado matando entre nosotros desde el principio de los tiempos. Nosotros somos el esqueleto con capa negra y guadaña.
Somos lo que nos mata, por eso yo me he matado a mi misma.
Solo espero que tú, seas quien seas, te des cuenta de la verdad y no cometas mis mismos errores.

Esta es una despedida, así que me despido. (Para siempre). 

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